Haz tu mudanza cómodamente con Europcar, furgonetas y pequeños camiones

Mudarse es una de esas experiencias que te ponen a prueba como persona. Puedes tener la paciencia de un monje budista, la fuerza de un levantador de pesas y el espíritu zen de quien hace yoga con velas, pero llega el momento de meter toda tu vida en cajas y… se acabó la calma. Tranquila: hay esperanza. Y una furgoneta de alquiler puede ser tu mejor aliada si sabes cómo usarla (y cómo no perder la cabeza en el intento).

Lo primero que hay que hacer antes de empezar a embalar y llorar por lo mucho que acumulas es reservar la furgoneta. Parece una tontería, pero es la clave del éxito. Hazlo con tiempo, no esperes al último minuto como si fuera un examen. 

Mudanzas con Europcar en una de sus furgonetas

Las furgonetas no caen del cielo, y si reservas con antelación tendrás más opciones de elegir el modelo que realmente necesitas. Créeme, no es lo mismo mover un estudio con una furgoneta pequeña que trasladar una casa entera con perro, plantas y bicicleta incluida.

Y hablando de tamaños: no escatimes. Si dudas entre una furgoneta mediana o una grande, ve a por la grande. No hay nada peor que jugar al Tetris con tus pertenencias mientras piensas “tenía que haber cogido la otra”. 

Con Europcar lo tienes fácil, porque tienen una flota de todos los tamaños y modelos, perfectos tanto para una mudanza completa como para una limpieza profunda del trastero. Esa que llevas postergando desde que empezó la pandemia.

mudanzas europcar furgoneta

Ahora bien, llega el gran momento: empacar. 

Y aquí empieza la verdadera aventura. No te lances sin plan. Antes de llenar cajas como si no hubiera un mañana, tómate un momento para pensar y, sobre todo, para etiquetar. Sí, ya sé que parece un detalle insignificante, pero el futuro tú te lo agradecerá cuando no estés buscando la cafetera en una caja que dice “ropa de invierno”. 

Escribe con claridad qué hay en cada caja y a dónde va. “Cocina – frágil”, “Baño – cosas que no sé si tirar” o “Dormitorio – pijamas y dignidad perdida” son etiquetas que te evitarán crisis existenciales más adelante.

Además, intenta no meter en la misma caja los platos de porcelana y los zapatos. Aunque no lo creas, eso pasa más a menudo de lo que parece. Usa papel burbuja o toallas para proteger lo que se rompe, y aprovecha la mudanza para deshacerte de lo que ya no necesitas. 

Piensa que cuanto menos cargues, menos tendrás que subir por las escaleras después. Y si te cuesta soltar cosas, recuerda esta frase mágica: “Si no lo he usado en un año, no lo necesito”. Funciona incluso con los pantalones que juraste que te volverían a quedar.

furgoneta interior europcar

Una vez tengas tus cajas listas, llega el momento de meterlas en la furgoneta. Aquí entra en juego la estrategia de apilar de abajo hacia arriba. Los objetos más pesados deben ir en el suelo, bien sujetos, y los más frágiles arriba. 

No lo hagas al revés o acabarás con una caja de platos convertida en confeti cerámico. Si tienes muebles grandes o objetos largos, colócalos en vertical a lo largo de las paredes interiores de la furgoneta. Así aprovechas mejor el espacio y evitas que se desplacen durante el trayecto. Y si puedes, usa correas o cuerdas para fijarlo todo. Que luego no digas que tu espejo favorito se rompió “porque frené un poco fuerte”.

Un truco que no falla: cuelga una linterna o una luz a batería en las esquinas traseras de la furgoneta. Te parecerá una idea menor, pero cuando estés descargando de noche o buscando esa caja que jurarías que metiste, te sentirás como MacGyver. Además, una buena iluminación te evitará tropezones, golpes o discusiones con quien te esté ayudando. (Porque, seamos sinceros, toda mudanza necesita al menos una pequeña discusión para ser auténtica).

Y hablando de ayuda, si puedes, no lo hagas sola. Llama a tus amigos. Promételes pizza, cervezas o su recompensa favorita. 

No hay mejor forma de ganarte voluntarios para cargar cajas que la comida. Eso sí, asegúrate de que al menos uno de ellos tenga algo de fuerza y otro un poco de paciencia. Porque siempre habrá un mueble que no pasa por la puerta y alguien que diga “¿y si lo desmontamos?”.

Otro consejo importante: planifica la ruta antes de arrancar la furgoneta. Asegúrate de saber a dónde vas, dónde puedes aparcar y si hay zonas con restricciones. No hay nada más estresante que dar vueltas sin encontrar sitio mientras el reloj corre. Y recuerda, una furgoneta no es un coche normal: mide más, pesa más y necesita más espacio para maniobrar. Tómate tu tiempo y conduce con calma. No estás en Fast & Furious: la mudanza final.

Si el motivo de alquilar la furgoneta no es una mudanza sino una limpieza a fondo, los consejos son muy parecidos. Piensa que limpiar una casa entera o vaciar un trastero también puede ser una pequeña mudanza disfrazada. Clasifica lo que quieras conservar, recicla lo que ya no sirva y dona lo que esté en buen estado. Y, sobre todo, no te subestimes: sacar diez bolsas de ropa vieja o tres muebles al punto limpio también cuenta como ejercicio.

A medida que avances, te darás cuenta de que el proceso tiene algo liberador. Mudarse o limpiar es, al final, empezar de cero. 

Es dejar atrás lo que ya no te representa y hacer espacio para lo nuevo. Sí, hay cansancio, polvo y cajas que parecen multiplicarse, pero también hay emoción. Esa sensación de estar reordenando tu vida, aunque sea entre montones de cinta adhesiva y burbujas de embalaje.

interior pequeño camión de mudanzas

Y cuando por fin termines, y te sientes en tu nuevo hogar (aunque sea en el suelo, con una pizza en la mano y la tele aún sin conectar), te invadirá una mezcla de alivio y orgullo. Porque lo lograste. Sobreviviste al caos, a los muebles pesados y a esa lámpara que juraste no volver a montar.

Eso sí, antes de devolver la furgoneta, haz una última revisión. Asegúrate de no haberte dejado nada dentro. Ya ha pasado más de una vez que alguien descubre, días después, que su aspiradora emprendió su propia aventura de alquiler. Limpia un poco el interior, revisa el depósito y devuelve las llaves con una sonrisa.

Y si después de todo te quedan ganas, puedes escribir un pequeño manual para ti misma con los “errores que no volveré a cometer en la próxima mudanza”. Por ejemplo: no llenar cajas de libros sin probar su peso antes, no olvidar el cargador del móvil dentro del cajón del escritorio, y no empezar a empacar a medianoche “porque total, no tengo tanto”.

Mudarse, al fin y al cabo, no tiene por qué ser un drama. Con un poco de organización, algo de humor y la furgoneta adecuada, se convierte en una historia divertida que contarás después entre risas. Así que respira hondo, ponte música motivadora y dale caña. Porque cada caja que cierras te acerca un poco más a tu nuevo comienzo. Y eso, amiga mía, no hay cinta adhesiva que lo supere.

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