Por qué es negativo dar positivo??

Con ser grave, lo más negativo del doping no es el hecho de falsear los resultados de las carreras, sino la nefasta influencia que supone su uso en aquellos ejemplares destinados a la sagrada función de reproductores. Se sabe que la utilización durante sucesivas generaciones de algunos fármacos, con los que se trata de enmascarar taras físicas, incide negativamente en la selección de la raza.

Las muletas terapeúticas vician las leyes naturales de la evolución. Sustancias como los alcaloides no sólo disminuyen la fertilidad de padrillos y yeguas, sino también son capaces de inhibir el vigor galopador de su prole. Este pudiera ser el caso de «Avalancha», la mejor yegua de 1979, que al final de su vida como corredora, se vió envuelta en un oscuro asunto de doping. Hasta ahora, su paso por el «haras» no ha podido ser más discreto. Entre su corta producción sólo una hembra de nombre sutil, «La Droga», ha tenido algún destello en nuestro turf, pero más por poseer un caracter veleidoso que por sus hazañas en la pista. El doping aparte de atentar contra los principios básicos del turf, dista mucho de ser la piedra filosofal que algunos avispados quieren ver.

Nunca un penco ha ganado bajo los efluvios del doping. En los buenos caballos no suelen producir un efecto apreciable. Si ha habido algún caso en que un campeón ha ganado dopado, nada hace suponer que ese caballo no hubiera vencido sin la artifical ayuda. Tiempo atrás, un preparador administraba determinados fármacos a uno de sus purasangre que evidenciaba falta de clase y voluntad. El caballo en cuestión ganó una cuantas carreras para regocijo de su entrenador, feliz amo de una fórmula mágica para hacer campeones. Entró en vigor el control antidoping -era inexistente aquí hasta 1957- y nuestro hombre, por miedo a la sanción y al escándalo dejó de usar la pócima mágica, y el caballo, sin la decisiva ayuda de sustancias, también ganaba. Hay que señalar que la represión del doping siempre es dificil. La complejidad técnica es evidente: al menos son 400 las sustancias de uso común en medicina equina y más de 63.000, los principios activos.

El fluido orgánico que tiene una mejor indicación para la detección del doping es la orina, y el 90% de los caballos miccionan espontáneamente antes de una hora después de terminada la carrera. Sin embargo, el ejemplar que protagonizó el más insólito positivo del turf español debía estar entre el 10% restante. Y es que algunos caballos, tal vez porque los diuréticos naturales como la sandía no figuran en su dieta, o por el lógico estado del nerviosismo, o por la persistente contracción muscular que la dureza de la competición imprime, o , sencillamente, porque no les sale de la vejiga, aguantan a menudo largo tiempo sin orinar después de correr. Para lograrlo se encierran tras la prueba caballo y caballero. Imagínense un mozo de cuadra un domingo por la tarde, a solas, con un jaco anúrico.

Afortunadamente era un hombre paciente y aguantó con estoicismo las tres primeras horas; pasado este tiempo recurrió a los remedios típicos: abrió el grifo y cantó el himno de Riego; luego, con pausada voz, relató húmedos sueños -narraciones «orínicas»- y el caballo, impasible. Aunque hería su orgullo recurrió a la súplica -imea, mamón!, sin éxito. Por último, intentó retorcerle una oreja, desistiendo al recordar que el análisis era de orina y no de lágrima. Fue entonces cuando decidió sustituir al animal y orinó en la probeta. Analizada la muestra el resultado fue positivo y la sustancia encontrada fue nicotina.

Ahora no es infrecuente que los pesebres incorporen cenicero. Permítannnos la licencia de, tras el tabaco, hablar del café. Cafeína ha sido el producto analizado en los últimos positivos aparecidos recientemente en el turf. Una partida de pienso contaminado parece ser la causa, detalle que, de ser cierto, eximiría de culpa a los responsables de los caballos. Como varios de los equinos encartados participaron en las estivales carreras nocturnas, viéndo se así obligados a permanecer despiertos hasta altas horas de la madrugada, es bastante lógico que se tomaran un cafetito. Lo sugerimos como atenuante. Por otra parte, la modesta cuantía de los premios y el bajísimo nivel de juego no invitan a correr riesgos. Riesgos, en cualquier caso, menos graves que en la Roma de los césares, en la que la crucifixión era el castigo; o en la Inglaterra del siglo XVII, donde al infractor se le desterraba a las colonias.

En nuestro país, en la mayoría de los casos, nos consta, se droga más por error que por pillería, siendo la causa más frecuente de los positivos detectados el uso de sustancias medicamentosas que los caballos no siempre eliminan en el tiempo previsto. La universalidad del doping es obvia, aunque ningún país reivindique su autoría: muy al contraio, huyen de ello como de la peste -equina, naturalmente. Eso sí, que en Inglaterra le adjudican el invento a Francia, en Estados Unidos se acusa a Canadá y en España hay quien apunta que la «pichicata» procede de Argentina. Ya que nadie lo reclama, cabría considerarlos apátrida.

No obstante, etimológicamente, la palabra doping proviene del sustantivo holandés «doop», que, en otras cosas, significa líquido o salsa espesa. No es de extrañar, pués, que sea el bicarbonato el producto más utilizado para enmascarar positivos: ¿Acaso hay algo mejor que el bicarbonato para las salsas espesas? Digamos, finalmente, que el número de positivos (0,16%, según datos británicos) es pequeño, pero grande, pese a la exigua cifra, el riesgo que para la pureza de la raza purasangre supone.

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