BMW da el salto al monovolúmen

Primero fueron las variantes break tradicionales. Luego, las llamadas GT, sobre el Serie 5 y Serie 3. 

Y en esa estrategia para satisfacer a la clientela con necesidades familiares, BMW da el salto a los monovolúmenes con este modelo, igual que hace tiempo Mercedes con su Clase B. 

Además, la cosa no se detiene aquí. En el próximo Salón de Ginebra, habrá una variante del Serie 2 Active Tourer estirada para dar cabida a siete pasajeros.

Pero no sólo innova en BMW por concepto. También es el primer coche de la marca de tracción delantera –resultado de las sinergias con Mini– y en dar protagonismo a los motores tricilíndricos (si exceptuamos al híbrido enchufable i8).

Lo interesante es que esas cesiones –sacrilegios dirían los más puristas– tienen todo el sentido: encajan en el espíritu del coche, que se supone buscarán entusiastas dispuestos a renunciar a prestaciones a cambio de más espacio y facilidad de uso.

De hecho, el Serie 2 Active Tourer es bastante amplio por dentro, sin ser ni muy grande, ni excesivamente alto como para afear su dinámica. Así, aunque sentados bastante más altos que, por ejemplo, en un Serie 1 ó 2, la posición de conducción sigue siendo óptima y ganamos en visibilidad (mala en el tres cuartos trasero). 

La presentación es la habitual en la marca, aunque puede resultar triste y deslucida según el acabado y la decoración escogidos. El salpicadero es distinto al de otros BMW, por diseño y ubicación de mandos.

En cuanto al aprovechamiento de ese espacio, está claro que BMW sabe que el emblema que luce en el morro perdonará ciertas cosas. Como que la modularidad interior se resuma en un asiento posterior con respaldos reclinables y cuya banqueta se puede deslizar a lo largo hasta 13 centímetros. 

O que la plaza central trasera sea para invitar al enemigo: dura, muy vertical y que obliga a llevar muy separados los pies por el túnel de transmisión necesario para las variantes con tracción total, ya a la venta.

El maletero, de formas muy aprovechables y un plano de carga bajo, ofrece 468 litros: no es una gran cifra y, además, incluye un doble fondo casi anulado por completo si se monta una rueda de repuesto.

De la mecánica/comportamiento podríamos decir aquello de "cambiarlo (casi) todo para que nada cambie". Porque el Serie 2 Active Tourer es un monovolumen muy efectivo y con una suspensión más firme de lo habitual, pero no incómoda. 

Y si no tiene una conducción tan incisiva como una berlina, tampoco eso va en contra de su filosofía.

Luego, en la oferta de motores podemos encontrar joyas como las dos versiones probadas, más intensamente la diésel de 150 caballos que la tricilíndrica gasolina 1.5 de 136.

El primero empuja desde abajo, se estira mucho más de lo habitual y gasta muy poco dado su nivel de prestaciones. 

Además, el Start&Stop resulta mucho más discreto que en otros BMW. Aunque cautiva mucho más el gasolina, con una respuesta continua y sin vacíos, sobre todo si se gestiona en el modo Sport a cambio de que el consumo, eso sí, pase a un segundo plano. Ambos iban asociados a un cambio manual de seis marchas, perfecto por tacto y recorrido si no creara confusión entre primera y marcha atrás.

La relación precio/contenidos sigue el tradicional patrón premium. Es decir, mucho equipamiento que justifique la tarifa, pero muchísimo más (y muy interesante) en el capítulo de las opciones.

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