Jaguar, Land Rover y Volvo van más allá en el desarrollo de la seguridad
España no es la plana Holanda, paraíso de las bicicletas, ni
Madrid, Amsterdam.
Pero eso no impide que sus usuarios, y la frecuencia de su
uso, crezca de forma continua: en 2013, un estudio de Mapfre hablaba de 20,5
millones de españoles con bici y, de ellos, tres millones aseguraban usarla
casi a diario.
Además, las restricciones que están por llegar a las ciudades y
la necesidad de mejorar la calidad del aire aumentarán inevitablemente su
presencia.
Ese es el lado positivo. El negativo, que cerca del 7% de
los muertos en accidente de tráfico en la UE son ciclistas.
En parte, porque no
hay más carrocería que el propio cuerpo. También porque, en el 50% de los
casos, el siniestro se debe a la colisión con otro vehículo. Y, aunque en
España es lo contrario, la mayoría de accidentes ocurren en ciudad.
Todo eso valoriza los sistemas de seguridad que han
desarrollado Jaguar-Land Rover y Volvo. Ambos van un paso más allá de los
dispositivos de aviso de colisión o de detección de peatones y ciclistas con
frenado automático ya implementados.
En el caso del fabricante británico, no sólo quiere advertir
de un potencial accidente, sino hacerlo para que la respuesta sea instintiva y
más efectiva.
Aseguran los ingenieros de Jaguar-Land Rover que un icono de
advertencia en el espejo o un sonido exigen un tiempo para que el cerebro los
procese, así que el Bike Sense combina colores, sonidos, localización e incluso
‘toques’ en la espalda del conductor para que su reacción sea más rápida y
ubique bien el peligro.
Según el lado por el que detecta que se acerque el ciclista
(o una moto), los marcos de la ventana, el parabrisas y el salpicadero de esa
parte del coche se iluminan. Primero, en ámbar y cuando la distancia es mínima,
en rojo.
Estas señales son detectadas de inmediato gracias a la visión
periférica y, además, los altavoces de ese lado del vehículo también emiten un
sonido, sea la bocina de una moto o el timbre de bici.
Además, si cualquiera de ellos viene por detrás, el asiento
vibra sobre el hombro izquierdo o derecho del automovilista para que éste gire
la cabeza hacia ese lado.
El sistema es capaz, en una calle abarrotada, de priorizar
los peligros más cercanos; también localiza a peatones o ciclistas a punto de
cruzar tapados por otro coche y, si el conductor no reacciona, hace que el
pedal del acelerador se vuelva mucho más duro.
Por último, si un ocupante está
a punto de bajarse y por su lado viene una moto o bicicleta, le avisa para que
no abra la puerta.
Volvo, por su parte, aprovecha de las posibilidades del
automóvil conectado y ha diseñado un dispositivo de comunicación bidireccional
que permite a conductores y ciclistas detectarse mutuamente en tiempo real.
El
proyecto ha sido desarrollado con POC, el principal fabricante de equipos de
protección para ciclismo y deportes de riesgo, y Ericsson.
Su funcionamiento es muy sencillo ya que utilizando una
‘app’ para smartphone muy extendida entre los ciclistas, como Strava, éstos
pueden –a través de la ‘nube’ de Volvo– transmitir su posición al vehículo y
viceversa.
Si se calcula una colisión inminente, los dos usuarios son
advertidos. El conductor del automóvil recibirá en el parabrisas un aviso de
que hay un ciclista cerca, incluso si está en un punto ciego o es de noche y se
ve poco.
Mientras que el ciclista será advertido a través de una luz de alerta
montada en el casco.
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