Jim Kerr y Charlie Burchill bandera del punk

Las canguro debieron hacer ayer su Agosto. Mientras escuchan en sus walkman el último disco de Metallica, deben estar rezando para que no acabe nunca esta moda de revival de los 80 que tanto dinero les está reportando. 


Y es que ayer, en el concierto de Simple Minds, se notaba que la mayoría de los treintañeros que se acercaron hasta La Riviera para ver a los que fueran sus ídolos cuando empezaban a salir habían perdido la costumbre de la nocturnidad y miraban el reloj, como 20 años atrás, nerviosos. No por temor a una reprimenda de sus padres sino por el horror de las tarifas de las baby-sitters. Jim Kerr y Charlie Burchill, los dos miembros fundadores del grupo que fue bandera de algunos after punk y muchos aficionados a la new wave, son conscientes de que por mucho que intenten modernizarse y recuperar con ahínco esa pasión por mezclar electrónica y pop, el público fenotipo de sus conciertos es el mismo de hace, al menos, 15 años. 

Ayer quedó claro, la respuesta ante canciones de su nuevo disco Cry era muy discreta, en cambio, la sala se convertía en un clamor, en un coro perfecto, cuando el ex marido de Crissie Hynde y esa gran gruppie que cambió a Simple Minds por Oasis llamada Patsy Kensit empezó a cantar el Alive and Kicking (que dejó para el final del concierto), el Don't you, Speed your love, The American o Theme for great cities y I travel.

Incluso el baile de sus fans, con las piernas y las manos cruzadas y balanceo de caderas, tan en boga en entre los modernos de los 80, seguía siendo el mismo, como si los kilos, las canas incipientes y las arrugas no existieran. Kerr ya había advertido que esta nueva gira, después de siete años de descanso, iba a ser para deleitar a los fans.

Kerr, sin embargo, sí había cambiado su manera de contonearse.En unas formas bastante buenas y más delgado que durante los últimos años, demostraba que el tiempo no le ha hecho demasiada mella, aunque recurrió al look negro total para disimular posibles imperfecciones y no quedar demasiado mal al lado de un bajista al que podía sacarle 15 años.

Conocedor de los trucos para encandilar al público (con «Hola, Madrid», comentarios en español y el recurso de las palmas en alto) ofreció un concierto técnicamente impecable, con un comienzo perfecto para enganchar, con canciones como New gold dream o Love song y la sabiduría de dejar para el final (antes del bis) Waterfront o This is your land.

Algunos de los presentes, los que se refugiaban en las últimas filas, se quejaban de lo alta que estaba la música, pero no paraban de saltar con las primeras notas de las canciones más conocidas.Los de las primeras, uniformados con camisetas de grupos afines como U2 o de los primeros discos de la banda de Jim Kerr, comentaban que las habían desempolvado después de años y algunos incluso se enorgullecían en voz alta de que aún podían embutirse en aquel T'hirt comprado en la época de estudiante. En cualquier caso, nostalgias aparte, lo cierto es que Kerr y compañía demostraron que muchos de sus grandes éxitos perviven sin envejecer y que aún hoy siguen estando vivos y coleando.

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