Vicente Fernández el cantante más conocido de México

Teniendo como padre a alguien como yo, mi hijo heredará innatas cualidades para acometer rancheras». Algo así debió pensar Vicente Fernández, legendario y vivo intérprete de la canción popular mexicana cuando, viendo que su pequeño Alejandro no entonaba nada mal, lo puso a cantar ante miles de personas con tan sólo cinco años, en San Antonio (Texas). 

El músico no se equivocó, pero el llanto desconsolado que el niño ofreció al personal, a punto estuvo de costarle el retiro prematuro de quien ayer abarrotó el Palacio de Deportes. Años después, los dos brillan juntos en el paseo de la fama de Hollywood, con una estrella por barba.

Esa herencia de lo mexicano, aireada y actualizada con voz romántica y profunda, que se extiende a las facciones de su poderosa planta. Es inmutable cóctel de éxito para Alejandro Fernández. En síntesis, muestra imagen de galán arrebatador y música desglosada a mitades: de un lado, fáciles baladas pop y del otro, que no contrario, rancheras. Todo con mucho amor.

En este orden y sin bajar el pistón ofreció el de Guadalajara (Jalisco) un concierto de abrumadora mayoría femenina y aforo completo a base de asientos, lo que no consiguió apagar una fiesta que, fogosa, se prolongaba al cierre de esta edición, bien sobrepasada la medianoche.


El potrillo de México, como se le conoce ya mundialmente, llegó con el aval de haber vendido más de 12 millones de álbumes, pequeña parte de los cuales corresponde a su última adquisición, Viento a favor, que presentó ante 12.000 fervientes seguidores. 

Tras media hora justa de espera y sus precedentes actuaciones en Gijón y Barcelona apareció Fernández. Iluminado por más de 120 luces y en pantallas, flanqueado por una banda con muchos vientos y un grupo de mariachis de idéntico número de componentes, 11.

La actuación, abierta con los temas Qué voy a hacer y Canta corazón, ofreció entrega y voz profunda sobre una instrumentación por momentos excesiva, pop mezclado con notas de rancheras o viceversa. Sal latina.

Transcurrió el concierto de lo comercial a lo local con intermitentes paradas en su más reciente repertorio, el que ha vuelto a producir Aureo Baqueiro y que incluye un dueto con la mismísima Beyoncé, en Amor gitano.

Antes de vestirse con el atuendo nacional de México, el traje charro que portan los mariachis, habían salido de la garganta del americano sus tres nuevos sencillos (Te voy a perder, No se me hace fácil, Eres) y una acelerada versión de Me dediqué a perderte.

Llegó consecutivamente el turno de ahondar en el folclore patrio homenajeando a su padre y a José Alfredo Jiménez, con sendos popurrís, y acometiendo rancheras habituales en él: Ay Jalisco, Loco y Como quien pierde una estrella, entre otros éxitos.

El ganador de dos Grammys latinos y otros tantos Billboard acabó ovacionado por compañeros de profesión que estaban entre el público como David Bustamante, Civera o Carlos Baute, artífices también de pop latino.

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