La política y el poder no se llevan bien

«Los líderes de los países europeos toman decisiones esperando al lunes para darse cuenta de si han errado o no». Son palabras de Zygmunt Bauman, profesor emérito de Sociología de la Universidad de Leeds y Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2010. En aquel momento, el jurado reconoció su capacidad de crear instrumentos conceptuales para entender una realidad cada vez más cambiante y eso mismo es lo que analiza en su último libro Esto no es un diario (Paidós), publicado en junio. Él mismo reconoce que es pesimista, pero todavía confía en que el Viejo Continente pueda convertirse en docente ante el resto del mundo para invertir esta época de crisis. 

Hasta ayer, estuvo en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander para impartir el curso Vivir en el interregno. Con ese término define lo que él considera que se ha producido en muchos países, entre ellos España: «Hay un divorcio entre el poder y la política. Antes se daba por sentado que era un matrimonio que venía del cielo y que ambos residían en el estado nación».

Cuando era joven, el filósofo francés Jean-Paul Sartre le aconsejó que buscara un proyecto de vida, que fijara un objetivo y que no saliera de ahí. Decidió poner en práctica estas enseñanzas con sus alumnos universitarios, pero se dio cuenta de que muy pocos querían planificar su vida, algo que hoy en día queda aún más lejos. Para él, la sociedad actual se asemeja mucho a los períodos de vacío de poder entre dos mundos de la Antigüedad: «Se caracterizan por la pérdida y desorientación de los ciudadanos». 
¿Qué hacer ante eso? Bauman no tiene la solución concreta sobre qué camino seguir, pero explica que es básico crear reglas que todavía no existen para que se pueda dar una respuesta a la globalización actual. 
«No se puede predecir lo que va a ocurrir», señala. En la mayoría de sus obras ha llamado la atención sobre la falta de recursos de la población y los problemas que podía plantear esa escasez. «Se ha producido una pérdida del dominio y de la autoridad europea sobre el resto del mundo», explica. Aun así, considera que los países que la forman cuentan con una ventaja adicional respecto al resto del mundo: «Nos hemos convertido en un laboratorio. Hay ensayo y error, pero a veces se consigue un resultado». 

Mantiene la idea de que los seres humanos pueden reelaborar lo que han hecho antes y apuesta por su creatividad. «Sigo pensando que crear los Estados Unidos de Europa puede beneficiar a la Humanidad», explica. Para justificar su planteamiento señala que las identidades nacionales están más garantizadas dentro de una unión que fuera de ella, y de esta manera se puede dar con una nueva gestión que haga el mundo más habitable. 

Zygmunt Bauman analiza el presente porque dice que el futuro no existe. «No podemos hacer una ciencia de ello, es un engaño». Para explicarlo recurre a ejemplos de situaciones que han sido poco predecibles hasta ahora, como son la quiebra de algunos bancos. Aun así, vuelve a utilizar la sabiduría de Sartre para señalar que se puede empezar a cambiar lo que vendrá, sin un éxito garantizado. «Eso no significa que sea una excusa para la inacción. Todo está lleno de riesgos», señala y, por ello, se atreve a dar un consejo sobre qué pautas deben marcar una existencia. «Hay que seguir probando. Es la única manera que tenemos a nuestro alcance», concluye.

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