Aída Nizar ha estudiado como diez carreras

El verano es la mejor época para leer en la prensa rosa y ver en televisión la esencia de algunos personajes del corazón diciendo las barbaridades y los tópicos que en otro momento, cuando hay alguna noticia, nunca se publicarían o emitirían. 

Ya ni se cuestionan los postulados krausistas en los que los maestros tenían que ser la élite de la sociedad o lo que propugnaba Ortega y Gasset en su Rebelión de las masas, cuando decía que en el momento en el que la cultura se convierte en algo masivo, la población exige que se baje el nivel para que todo el mundo la entienda.

Algunos famosos presumen de su ignorancia o simplemente no le dan importancia a no tenerla. ¿Para qué voy a saber que Ortega y Gasset era un intelectual o un cantante, si tengo dinero para comprar en las tiendas de lujo de la calle madrileña que lleva su nombre?

Las meteduras de pata de Belén Esteban o, hace años, Sofía Mazagatos se han convertido en una gracia que, en el caso de la Princesa del Pueblo, van acompañadas de una desfachatez, de un orgullo de la ignorancia que nos deja anonadados. Pero últimamente hemos tenido algunos ejemplos en dos personajes que se supone que tienen algo más de cultura: Aída Nízar y Carmen Lomana. La primera afirmaba en televisión, en uno de esos momentos de indignación fingida por cualquier cosa, que la querían «dilapidar»… 

Afortunadamente Jorge Javier la corrigió diciendo que suponía que quería decir «lapidar» y eso que la vallisoletana ha estudiado como 10 carreras, según ella.

Pero Lomana, que parece inteligente y que ha tenido acceso a la cultura desde pequeña, también demostró que los tópicos son lo suyo. Por una parte, diciendo que no había ido a las manifestaciones del 15-M porque le habían dicho que había una epidemia de pulgas. Esto, como petardada está bien, pero lo malo es que no sigue esa tónica de hacerse la frívola sino que pretende ser profunda y se presta a que periodistas especializados en política la entrevisten en La noria. Y entonces va y le suelta a María Antonia Iglesias que viste muy bien «aunque sea de izquierdas». Ay.

Pero el colmo ha llegado hace unos días con la última idea de uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo: Umberto Eco. Habrá que ver el resultado, pero ese proyecto de simplificar El nombre de la rosa para conseguir que llegue al público de la era de internet, personalmente me horroriza. La esencia de la novela está en un hermetismo bastante asequible que no necesita rebajarse. ¿Qué pretende, que los escribientes sean hackers? ¿Que Carmen de Mairena recomiende su libro?

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