El que se fue a Melilla perdio su silla

Cuando el francés Raphael Geminiani, apodado como 'Le grand fusil', se dio cuenta en la década de los 50 que nunca ganaría ni el Tour ni el Giro de Italia, se dedicó a adquirir la fama de polémico y grosero para no pasar desapercibido. Geminiani fue un innovador al introducir la publicidad en los maillots ciclistas y popularizó la marca de un licor, Saint Raphäel, provocando a otros corredores en carrera o incluso peleándose con aficionados en la cuneta.

El PP de Castellón ha presumido estos días de unidad en torno a Alberto Fabra para disimular el episodio ocurrido durante el congreso nacional. A Sevilla fue una minoría del partido a dejar su silla mientras intervenía Alberto Fabra dando lectura a la ponencia de estatutos, una decisión torpe e innecesaria ante los ojos de Mariano Rajoy en el congreso que encumbró al presidente de la Generalitat en la troica del partido.

Quienes lo hicieron abandonaron el plenario para protestar por la inseguridad que, a su juicio, genera entre los cargos públicos una ponencia de estatutos muy severa con las imputaciones judiciales. Si se marcharon para propiciar un cambio en las normas internas del PP erraron porque un congreso proporciona a los compromisarios la opción de enmendar las ponencias.

La organización en Castellón así lo hizo antes del congreso vía Girona y su propuesta fue desestimada porque Rajoy quería imponer la tolerancia cero con la presión judicial. No hacía falta dejar la silla. Incluso Carlos Fabra ha marcado distancias. También para él fue un error. Y si lo hicieron para adquirir poder, perdieron el que tenían.

Alberto Fabra, presidente de la Generalitat y del PPCV, tiene demasiados frentes en otras provincias como para entretenerse con la pirotecnia de Castellón. En lo esencial el PP de Castellón está unido en torno a su liderazgo por mucho que el congreso de Sevilla se saldara con una puesta en escena desmañada y desacertada. Si de los errores se aprende, su comparecencia explicando la ponencia de estatutos ha acabado resultando aleccionadora en el fondo y en la forma.

El desafortunado desaire a Alberto Fabra tampoco tendrá repetición porque el presidente de la Generalitat es de los que tiene la digestión de los reptiles: tarda en engullir la presa mucho tiempo pero todas acaban en su esófago. Alberto Fabra se ha dedicado muchos meses a la observación científica de su entorno en Valencia para aplicar su propia ley y esta semana se ha mostrado ya muy contundente con ceses sin audiencia previa. A Alberto más vale apoyarle que retarle porque, con el aval de Rajoy desde Madrid, lo tiene fácil para abatir enemigos sin entrar en el juego subterráneo. Le basta con la fórmula que más le gusta: disparar con silenciador.

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