Trichet alerta de que la crisis no acabará con los pactos de la UE
El Trichet recogerá hoy los objetos personales que tiene en su despacho, en el piso 35 del Eurotower de Fráncfort, dejando en herencia un mensaje de ecos proféticos. «La crisis sigue ahí», ha dicho en una entrevista que publicaba ayer el diario alemán Bild. «La crisis no ha sido superada a pesar de las últimas, que deben ser aplicadas ahora con gran precisión y velocidad», afirma, «se ha puesto de manifiesto la debilidad de las economías desarrolladas».
A pesar de su perfecta escenificación, es posible entrever la pesadumbre en la mirada de este hombre de 68 años que deja tras de sí un BCE más dividido que nunca. Su programa de compra de deuda soberana, en activo desde mayo de 2010 y que va por los 160.000 millones de euros, causó dos sonadas dimisiones, la del ex presidente del Bundesbank, Axel Weber, y la del economista jefe del BCE, Jürgen Stark.
En los manuales figurará como error de libro su decisión de subir los tipos en julio de 2008, tres meses antes de la quiebra de Lehman Brothers. Los test de estrés a los que ha sometido a la banca europea han demostrado ser inservibles y bancos como la entidad franco-belga Dexia han debido ser nacionalizados poco después de superarlos con éxito. Y el sistema financiero europeo queda sumido, a su salida, en una crisis que él mismo ha denominado como «sistémica».
De momento, más del 90% de los grandes bancos europeos llamados a participar en el alivio de la deuda de Grecia han respondido positivamente, según el Instituto de Finanzas Internacionales, y dan por buena la gestión de la crisis, pero seguirán años reprochando a Trichet.
Su aquiescencia con la recapitalización indiscriminada que, lejos de justificarse con el riesgo de la deuda griega, oculta un cortafuegos que a duras penas logrará frenar a bancos bien provistos, como los españoles, y que a medio plazo tendrán la oportunidad de entrar en el mercado centroeuropeo comprando bancos holandeses, franceses o alemanes, con bastante más material tóxico en sus balances.
A pesar de todo, sale de Frankfurt con la frente muy alta por haber logrado mantener la inflación bajo control. Es más, asegura que en los próximos 10 años, la inflación permanecerá muy baja. Su sucesor, Mario Draghi, apodado ya Supermario Bross por la magnitud del reto que hereda, ha adelantado continuidad de la liquidez ilimitada y la compra de deuda. Sólo nos queda por saber cuándo se decidirá a reducir los tipos de interés.
A pesar de su perfecta escenificación, es posible entrever la pesadumbre en la mirada de este hombre de 68 años que deja tras de sí un BCE más dividido que nunca. Su programa de compra de deuda soberana, en activo desde mayo de 2010 y que va por los 160.000 millones de euros, causó dos sonadas dimisiones, la del ex presidente del Bundesbank, Axel Weber, y la del economista jefe del BCE, Jürgen Stark.
En los manuales figurará como error de libro su decisión de subir los tipos en julio de 2008, tres meses antes de la quiebra de Lehman Brothers. Los test de estrés a los que ha sometido a la banca europea han demostrado ser inservibles y bancos como la entidad franco-belga Dexia han debido ser nacionalizados poco después de superarlos con éxito. Y el sistema financiero europeo queda sumido, a su salida, en una crisis que él mismo ha denominado como «sistémica».
De momento, más del 90% de los grandes bancos europeos llamados a participar en el alivio de la deuda de Grecia han respondido positivamente, según el Instituto de Finanzas Internacionales, y dan por buena la gestión de la crisis, pero seguirán años reprochando a Trichet.
Su aquiescencia con la recapitalización indiscriminada que, lejos de justificarse con el riesgo de la deuda griega, oculta un cortafuegos que a duras penas logrará frenar a bancos bien provistos, como los españoles, y que a medio plazo tendrán la oportunidad de entrar en el mercado centroeuropeo comprando bancos holandeses, franceses o alemanes, con bastante más material tóxico en sus balances.
A pesar de todo, sale de Frankfurt con la frente muy alta por haber logrado mantener la inflación bajo control. Es más, asegura que en los próximos 10 años, la inflación permanecerá muy baja. Su sucesor, Mario Draghi, apodado ya Supermario Bross por la magnitud del reto que hereda, ha adelantado continuidad de la liquidez ilimitada y la compra de deuda. Sólo nos queda por saber cuándo se decidirá a reducir los tipos de interés.
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