Carolina Herrera,los perfumes huelen a los recuerdos

Si la perfección tuviese un nombre de mujer, este sería Carolina (de apellido Herrera). Amable, distante, educada, atractiva, tercera hija de la diseñadora de origen venezolano Carolina Pacanins de Herrera y primera de su padre, Reinaldo Herrera, el segundo marido de la diseñadora; o sea que ella, la protagonista de esta entrevista, es la genuina Carolina Herrera.

Cosmopolita, empresaria, madre ejemplar, elegante, culta… Su curriculum y su actitud hacen presagiar que una se encuentra casi ante una deidad. Claro, que ya sabemos que estas no existen. Por tanto, poco a poco.


Carolina se abriga tras la sesión de fotos y antes de comenzar la charla aclara a sus agentes: "A mí se me puede preguntar de todo". Esto promete. No podría esperarse algo diferente de una mujer moderna, nacida en Caracas y crecida en Nueva York, en lo más granado de Manhattan, y que luego, avatares del destino, se casó con un torero, Miguel Báez, el Litri, miembro de una saga de matadores, y se instaló en Madrid.

Quizás, así de pronto, esto sea lo que más me ha chocado de su biografía. Una joven tan mundana contrae matrimonio con un torero, profesión (o afición) que representa a uno de los mundos más tradicionales y cerrados que puedan imaginarse. Y con él, con Miguel, tiene tres hijos de nombres griegos, en realidad, solo las niñas remiten a la Grecia clásica, Olimpia, la mayor, de ocho años, y Atalanta, la pequeña, de cuatro. En el medio queda Miguel, que ha cumplido siete y, él sí, se llama como su padre. "Desde pequeña", me cuenta Carolina con un acento seseante y firme, que denota su origen, "soy una gran amante de la mitología griega y por eso elegí esos nombres para mis hijas. Luego supe que Atalanta es uno de los leones de la diosa Cibeles, ¡bien madrileño, por tanto!"

Y Carolina relata con entusiasmo su vida de estudiante en la Universidad Rockefeller de Nueva York, donde se graduó en biosicología y bioquímica, y de su gusto por investigar e incluso recuerda su inclinación hacia la medicina forense; y de cómo conoció a un director de cine que le ofreció trabajo y eso marcó su futuro, porque cambió la medicina por el cine; mientras, trabajaba también con su madre en el área de los perfumes, donde dirigió el lanzamiento de una de las marcas señeras de la firma, 212. Y habla de las ciudades en las que vivió, California, Los Ángeles... y de cómo escribió un guión viajando durante tres meses en una caravana que atravesaba Estados Unidos de Este a Oeste, y que a cambio de ese trabajo obtuvo la cámara para filmar un documental en España. Y vibra, y relucen sus ojos al recordar aquellos años de juventud.

Y cámara en ristre llegó a España para rodar un documental sobre el mundo del toreo, conoció a su marido, se afincó en este país. Un cambio bien radical.
Fue un proyecto que hice con mi amiga Victoria, que andaba indagando sobre sus ancestros; durante cinco años seguimos el proceso vital de unos niños que soñaban con ser toreros. Ni siquiera había ido a una corrida antes, solo sé que recuerdo aquel tiempo con fascinación.

- ¿Qué fue lo que atrapó de ese ambiente torero a la joven cosmopolita americana?
Conocí ese mundo por dentro y de una forma muy distinta a como lo pintan los estereotipos. No viví un ámbito cerrado y asfixiante, al contrario, nos abrieron las puertas y traté con gente generosísima. Y no creo que me atrapase nada en especial, excepto la magia de un mundo desconocido.

Miguel, su marido, no tenía papel en ese documental; lo conoció a través de una amiga de su madre "y ni nos echamos cuentas", dice. Lo suyo no fue un amor a primera vista, tardaron cuatro años en fraguar su relación sentimental. Ella tenía otro novio y vivía a caballo entre Los Ángeles y Sevilla, y además continuaba su labor en el área de fragancias de Carolina Herrera.

- Y pasó a ser mujer de torero, casi un título. Una piensa en Isabel Pantoja y la imagina en las antípodas suyas...
Cuando empecé a salir con Miguel, él llevaba tres años retirado de los ruedos, por tanto no he representado el papel de la mujer del torero. Y conozco a otras casadas con torerazos que son como yo. El estereotipo quedó anclado en la época de Dominguín.

- ¿Qué fue lo que la enamoró de él?
Es supernatural [y lo dice enfatizando y alargando el super] y eso me encanta. No tiene dobleces, lo que ves es lo que hay, posee un sentido del humor fantástico y algo de misterio; no lo da todo de inmediato, algo que también me gusta... Vas descubriéndole poco a poco...

- Vaya declaración de amor. ¿Se lo ha dicho alguna vez así?
Ni Miguel ni yo somos muy dados a escribirnos cartas o decirnos estas cosas. Pero he de confesar que mi marido es una persona a la que quieres más cada año que pasamos juntos, y no al contrario, como ocurre a veces. Cada día me sorprende con cosas especiales.

Carolina Herrera, directora creativa de fragancias de la firma Carolina Herrera, ha confesado que los perfumes huelen a los recuerdos. Pensaba que quizá alguno emane el olor de ese Nueva York de su juventud, cuando sus padres eran asiduos del legendario local Studio 54, donde se daban citas las estrellas y la jet set americana y europea de los años 70.

- ¿Conserva un olor de aquel tiempo?
No. Unos perfumes son recuerdos concretos y otros simbólicamente. Yo iba a Studio 54 con 16 años y conservo una sensación: ¡debía mentir a mis padres para ir! Para ellos, aquel mundo era creatividad, locura, algo que no existe ya...

- ¿Nueva York no es como la hemos soñado?
Sí, pero aquello que tenía de especial no se mantiene.

- ¿Y Madrid? ¿Huele a ajo?
Yo vivo aquí porque quiero, no estoy castigada. Mi primer piso lo compré en Madrid, en la calle Mayor, en esta ciudad de luz increíble, amena y fácil... Me gusta la vida de barrio, me hace sentir que soy de aquí.

- ¿Comparte vida social con otras ricas latinas afincadas en esta ciudad, como Margarita Vargas o Genoveva Casanova?
Tengo amigas de todos "los palos" y en todos los ámbitos, y eso da mucha vida; a mí no me gusta que me encasillen, siempre huí de compartimentos estanco y he compaginado ambientes diversos, algo que aprendí de niña y que enseño también a mis hijos.

- Pues, otro tópico, pero inevitable. ¿Es muy tremenda la sombra de una madre tan poderosa?
Nadaaaaaa. Es muy normal, ella es mi mamá. A veces, al viajar juntas y comprobar como se dirigen a ella, me doy cuenta de que también es un personaje; me gusta escucharle decir cosas nuevas en las entrevistas, incluso le copio algunas de sus reflexiones. Me emocionan los premios que recibe, claro, pero no puedo olvidar quién es, y es mi madre y la veo antes de vestirse para acudir a una gala.

También inevitable. Carolina nació en Venezuela, vivió en Caracas hasta los 13 años, tiene pasaporte venezolano y viaja con asiduidad al país. Al hablar de todo esto me fijo en la importancia del lenguaje corporal, se retrae en la silla, se protege el cuerpo con los brazos, la luz desaparece de su mirada y también la sonrisa cuando pregunto sobre el proceso chavista que ha situado a Maduro en la presidencia de ese país. "Es desastroso lo que está pasando. Y lo dejo ahí. Creo que se arreglará pronto, porque cuando las cosas están mal y deshonestamente hechas caen por su propio peso." Y, tras alguna otra cuestión sobre el tema, finaliza tajante: "Venezuela es mi país, lo he vivido, tengo mucho que decir. No ahora". Punto final.

- Hablemos entonces de la crisis española y europea. ¿La nota?
Mantengo los ojos abiertos en todos los sentidos, la gente lo pasa mal. Pero creo que la crisis no es solo económica, también lo es intelectual y moral.

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