Y entonces sacó la navaja

No encontró a nadie y, a punto estaba de pedir perdón a su chica, cuando en mala hora advirtió la sed que le secaba la garganta y destapó una tinaja. En la tinaja -horrorizado- se escondía un sacristán de quince años, el Listillo. De inmediato, Tragabuches sacó su navaja cabritera con la mano útil y la hundió en la garganta del pobre sacristán. 

Luego, agarró a la Nena de los pelos y, desoyendo sus súplicas y sus demandas de perdón, la arrojó por una ventana a la calle, donde quedó para siempre chafada la bailaora. Y después, como estaba mandao, se echó al monte. Los ciegos de Ronda hicieron su agosto cantando en coplas el horrible crimen de Tragabuches. 

Y de Tragabuches no se volvió a saber nada hasta que, tiempo después, los viajeros que se adentraban en la sierra contaron que el más cruel de los bandidos llamados los Siete Niños de Ecija -que parece ser que ni fueron siete, ni habían nacido en Ecijaera precisamente el gitano José Ulloa, cosa de la que dudaron los rondeños, hasta que otro salteador, Juan Antonio Gutierrez; el Cojo, fue preso y confirmó la participación de Ulloa en robos, saqueos y .muertes, añadiendo que Tragabuches pudo llenar un cementerio con sus víctimas y que era el más cruel y el más malo de todos los Niños de Ecija. Parece ser que estas costumbres se han perdido en el toreo actual, bandidos hay, como hay meigas, pero se limitan a poner el cazo, a serrar pitones o a trapichear por callejones y dehesas. 

Destripar y robar con trabuco ya no se lleva.

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