El Molino cierra sus puertas

El Molino cerró ayer sus puertas. Las aspas rojas que iluminaban el Paral·lel desde principios de siglo se apagaron. El juzgado número 7 aceptó la quiebra que la empresa gestora, New Mills SL, había presentado el pasado 27 de octubre. «New Mill se ha visto en la obligación de solicitar la quiebra voluntaria a los Juzgados de Barcelona dada la precaria situación financiera del teatro», reconocía su administrador, Sergio Lozano.

Merche Mar y Yolanda Ramos, las dos primeras vedettes de Pluma y peineta, recogieron ayer por la tarde los objetos que guardaban en el teatro, al igual que el resto de la treintena de empleados. A primeras horas de la noche cerraron las puertas de la sala, que se construyó sobre el solar de La Pajarera donde ya a finales del XIX se ofrecían variedades. A principios de este siglo, el teatro tenía el nombre de Petit Palais, más tarde fue el Petit Moulin Rouge y despúes Moulin Rouge. En 1939, cambió su nombre por El Molino.

Ayer, al mediodía, los delegados sindicales recibieron una carta en la que la empresa les informaba de la quiebra y el cierre. Los trabajadores habían cobrado su último sueldo el pasado domingo. Pero, a muchos, la empresa les adeuda pagas extras o finiquitos de anteriores contratos. Deudas a proveedores, la necesidad de una reforma del edificio y, sobre todo, la falta de público, han agrandado el problema.

«La falta de público y el exceso de infraestructura técnica y humana para llevar a cabo este tipo de espectáculos» es la razón que alegó el administrador de New Mill SL, Sergio Lozano, en un comunicado que hizo público después de que El Molino cerrara sus puertas.

Durante el pasado mes de septiembre, El Molino sólo ocupó el 15 por ciento de sus butacas. Realizó 47 representaciones de Pluma y peineta para las que vendieron 2.784 localidades lo que sólo les proporcionó una recuadación de 5.800.000 pesetas. Los datos durante 1996 sólo fueron un poco mejores. Ocuparon cerca de 52.000 localidades para las 613 representaciones que ofrecieron en los doce meses del año.

«Los problemas de El Molino empezaron hace tres años, cuando contrataron nuestra compañía para una gira que después resultó que no existía. A eso se sumó la falta de público en los veranos de 1995 y 1996. Este año la sala estaba casi vacía desde mayo. Hemos tenido que suspender muchas funciones. El verdadero problema es la falta de público», aseguró ayer Gerard Rovira, uno de los delegados sindicales de los trabajadores.

Rovira, por la mañana, había recibido la notificación de la empresa de que el juzgado de primera instancia número 7 había declarado a New Mill SL en estado de quiebra. A los delegados sindicales les correspondió transmitir el cierre de El Molino al resto de los trabajadores. «Cuando he llegado casi no ha hecho falta que nadie me dijera nada. Todos estaban llorando. Nos han dejado que recogiéramos nuestras cosas antes de que cerrarán las puertas del teatro», explicaba Yolanda Ramos, una de las vedettes de Pluma y peineta. Artistas, camareros y trabajadores de oficina se paseaban por el local recogiendo los recuerdos que habían acumulado a lo largo de los años. «Sabíamos que las cosas no iban bien, pero pensábamos que pasaríamos aquí las navidades», reconocían. «Creíamos que la empresa podría pactar con los proveedores con los que tenía contraídas deudas», añadían.

En la carta, la empresa les comunicó que iniciará «en los próximos días un expediente de regulación de empleo en solicitud de la extinción de los contratos de la totalidad de la plantilla». Actualmente, en el Molino, entre artistas y empleados de la sala y las oficinas trabajaban cerca de treinta personas, muchas, como la vedette Merche Mar, ligadas a la casa desde hace más de una década.

«Se han realizado esfuerzos económicos de toda índole para conseguir su viabilidad, no obstante la iniciativa privada con la que contaba hasta la fecha el teatro se ha ido agotando hasta verse impotente», señalaba Lozano en un comunicado en el que también recordaba que «dadas las adversas circunstancias se ha solicitado en reiteradas ocasiones ayudas y subvenciones de los organismos públicos siendo sistemáticamente denegadas a pesar del carisma y la historia de este teatro».

La sala pidió sin éxito durante el último año ayuda a las cuatro administraciones: Ayuntamiento, Diputación, Generalitat y Ministerio. Les presentaron un proyecto de nueva gestión que diversificaba la oferta con que contaría la sala, aunque sin abandonar el cabaret.

«No sabemos quiénes son los accionistas de New Mill SL», explicaban ayer los trabajadores, que aseguraban que no aparecía el nombre de los socios de la empresa en el registro mercantil. Ramón Serrano, nieto de Vicenta Fernández Valle -que falleció el pasado 28 de julio- propietaria de la sala durante 40 años, se hizo cargo de El Molino en 1994, después de que la abandonaran sus anteriores gestores, Emilio Caballé y Ricardo Ardévol que habían cogido las riendas del cabaret el 15 de diciembre de 1981. No obstante, los trabajadores aseguraban ayer que desconocen si Serrano continúa ligado a la gestión del teatro.

«Barcelona, tan sólo tres meses después de perder la célebre empresaria doña Vicenta Fernández Valle, artífice indiscutible del emblemático local, pierde también un importante género teatral único en toda Europa, realizada en quizás el más famoso de los music-halls que hoy sobreviven a los avatares de la historia», concluye el comunicado que hizo público la empresa. Por El Molino han desfilado a lo largo de los años artistas como María Yánez La Bella Dorita, Lita Claver «La Maña», Mary Mistral, Estrellita Castro, Maty Mon, La Chunga, Gardenia Pulido, Escamillo, Diomny Pipper, Johnson y Antonio Vargas.

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