Christine Ockrent ha cambiado el rumbo

Tiene 45 años, un hijo de tres años y medio, nació en Bélgica, está casada con un ministro francés y es la estrella más rutilante de la televisión gala. Christine Ockrent, la rubia e imperturbable periodista que dimitió hace un par de meses como presentadoradirectora del informativo de las ocho de la tarde del canal público Antenne 2, retorna a la pantalla. Paradójicamente no lo hace para conducir de nuevo las noticias, puesto en el que ha batido todos los récords, tanto salariales como de audiencia, sino con dos nuevos programas.

Uno de ellos, que se emitirá una vez al mes, tiene por objeto bucear en la memoria colectiva y como sugestivo título: «¿Qué hacía usted a los veinte años?». En la lista de personajes que se someterán al sutil escrutinio de Christine Ockrent están desde François Miterrand hasta Brigitte Bardot, pasando posiblemente por el presidente español Felipe González y el checoslovaco Vaclav Havel. El otro programa, también mensual, es «Carnet de ruta». A lo largo de una hora, en el más puro estilo documental, la periodista desentraña un tema «social». El primer tema, ya emitido, ha sido la emigración clandestina a Francia, para lo cual Christine ha seguido el aventurado viaje de un grupo de senegaleses, desde las ardientes playas de Dakar hasta los húmedos y malolientes cuchitriles del suburbio parisiense. Christine Ockrent explica que llevaba varios meses dando vueltas a la idea de dejar los informativos diarios.

«A lo largo de diez años he estado presentando noticias», dice en un tono dulce y con una sonrisa que según sus compañeros de Antenne 2 es tan solo la «calculada pantalla» que oculta un alma de acero y una ambición profesional implacable. «Al final eso agota. Por un lado está la saturación natural, el cansancio físico que supone tener que aparecer todos los días. Por otro, los celos de los colegas, que empiezan a sentirse molestos porque ganas más dinero y la gente te reconoce en la calle». Christine, que está casada con Bernard Kouchner, secretario de Estado para la Ayuda Humanitaria, fundador de Médicos del Mundo y uno de los históricos del Mayo del 68, asegura que la decisión de cambiar la tomó el pasado 9 de noviembre, ante el Muro de Berlín. «Fue como una revelación», asegura con firmeza.

«Tras tanto tiempo en los despachos, en la vorágine de la redacción, sentirme allí, en pleno Checkpoint Charlie, viendo en directo como se derrumbaba el símbolo de la guerra fría y como cruzaban en aluvión hacia el Oeste decenas de miles de alemanes orientales, me convenció de que debía empezar a hacer otra cosa». Cuando se argumenta que, por mucha calidad que tengan sus nuevos programas, difícilmente va a alcanzar la influencia de que ha gozado como directorapresentadora de las noticias de la ocho de la tarde, Chistine declara no estar «ya interesada en ese tipo de influencias». «Quizás debido a la proliferación de canales, se ha producido una banalización de las noticias en televisión», explica.

«En Francia hay en estos momentos siete canales y todos emiten sus informativos al mismo tiempo. El informativo de las ocho ha dejado de ser la gran misa en torno a la cual se congregaba la audiencia francesa cotidianamente». La súbita conversión de la «reina», de la «divina», de la pequeña pantalla francesa, no sólo ha sorprendido a los profesionales del medio. También ha dejado atónitos a los telespectadores franceses, para los que los avatares personales de la periodista resultan tan fascinantes como su maestría televisiva. Licenciada en Ciencias Políticas por la Sorbona, Christine Ockrent inició sus pinitos periodísticos hace la friolera de diecisiete años.

Ayudada por unos ojos luminosos, de pequeña estatura y sin ser una belleza, comenzó su carrera haciendo reportajes de televisión. Su salto a la fama se produjo en 1979, cuando entrevistó a Abas Hoveida, ex primer ministro del Sha de Irán, en la celda donde esperaba la ejecución a manos del despiadado pelotón de guardias jomeinistas. Eso le sirvió para convertirse poco después en la primera mujer a la que los -tradicionalmente machistas- directivos de la televisión francesa ofrecían la oportunidad de transformarse en directora-editora-presentadora de un noticiero. El éxito fue fulgurante. Desde 1982 a 1985 presento el informativo de las ocho de la tarde y logró colocarlo en la máxima audiencia.

Ese año y por desavenencias profesionales con Jean Claude Heberle, director de la cadena, al que la «diva» acusó de «intento reiterado de manipulación», Christine Ockrent se pasa temporalmente a la radio y ficha después por TF1, la cadena privada. Para amargura de los prebostes de la televisión pública, Christine vuelve a triunfar. Es nombrada directora general adjunta y gana el astronómico sueldo de cinco millones de pesetas al mes hasta que en uno de sus sorprendentes arranques y por la mitad de sueldo decide volver a la televisión pública. 

El retorno provoca una oleada de protestas, un conato de huelga de los profesionales que se consideran comparativamente maltratados y miles de rumores. Al final, como ha ocurrido siempre, Christine Ockrent, día a día, vuelve a demostrar su maestría incomparable. Ahora, en una nueva y sorprendente apuesta, ha decidido dejar el noticiero y lanzarse al terreno del gran docu-reportaje como Barbara Walters en la CBS norteamericana o Diana Sawyer en la ABC. «Creo que esta nueva aventura hace más difícil tanto la relación de pareja como el contacto con mi hijo Alejandro, pero merece la pena», dice Christine con su perfecta sonrisa. «En cualquier caso, merece la pena».

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