Aznar luchando contra los elementos

A mediados de septiembre, José María Aznar, recien proclamado candidato del Partido Popular, se fue a almorzar con un político por el que siempre ha expresado respeto y admiración: el líder del PCE y candidato de Izquierda Unida, Julio Anguita. De este encuentro, el dirigente conservador sacó la conclusión de que el mandatario comunista «juega con la vista puesta en el largo plazo», una estrategia -pensó- que habrá de ser común a la nueva generación de líderes políticos si quiere perdurar.


Tal vez esta reflexión le haya inducido a repetir, al final de la campaña, que ha tenido poco tiempo y que, sean cuales sean los resultados, él dará la cara «el día 29 y después del día 29». La voluntad de mantener un esfuerzo continuado es, probablemente, su mayor activo ante la ardua tarea que tiene por delante, como se ha demostrado durante el periodo electoral. Porque, si su campaña ha sido, ciertamente, irregular, se ha debido más a cuestiones ajenas a él mismo que a defectos propios.

La mala organización de algunos actos -pobreza de decorados, letras que se caen-, la descoordinación de los diferentes equipos de campaña -uno en Galicia, otro en Madrid y varios en la caravana- la persistencia de reductos ultramontanos -octavilla sobre la eutanasiay de disidencias heredadas -«manchistas» de Andalucía y Castilla-La Mancha, han conseguido enturbiar la tarea del candidato, que se ha esforzado, en ocasiones con éxito -mitin de Valencia-, en dar la talla. Además, es justo reconocerle un nuevo talente, caracterizado por la moderación y la capacidad de diálogo, muy alejado del que distinguía a su predecesor.

En su haber, hay que apuntar también el esfuerzo por soltar lastres del pasado y configurar una derecha moderna, dinámica y sin complejos. El hecho de que en esta campaña haya disputado a la izquierda la defensa radical de las libertades, es un dato a tener en cuenta.

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