Algunos son mejores que los padres

Niñas de dos en dos. Como Teresa y Pepita Magal. Sus padres, socialistas y maestros de escuela en Benimamet (Valencia), las metieron en un tren rumbo a Bélgica con 10 y 12 años. Primero vivieron allí separadas; después, juntas. Hasta que la Segunda Guerra Mundial las obligó a huir de nuevo. Perdieron el tren que las tenía que llevar al sur de Francia, que se fue con sus maletas.

Sin nada más que la ayuda de un maestro, caminaron hasta la frontera francesa, que les cerró el paso. «Volvimos atrás por playas y puertos, hasta que pudimos saltar a un barco que nos llevó a Inglaterra», recuerda Teresa. Plan las acogió allí.«Eric Muggeridge llevaba aquella colonia. 

Se hicieron cargo de cientos de niños perdidos españoles. Nos educaron, nos alimentaron, nos vistieron. Nos dieron un hogar y unos estudios», dice Teresa.En las colonias se intentaba ayudar a los pequeños a convertirse en hombres y mujeres capaces de encarar y reconstruir sus vidas.Consejos de niños participaban en las decisiones de cada casa.«Se portaron como padres, mejor que padres», afirma.

Otros intentos de ayuda no acabaron tan bien. Langdon, amigo de Josep Plá, intentó que cada escritor inglés se comprometiera a pagar una cuota para suministrar alimentos a sus colegas catalanes durante la guerra. T. S. Eliot y Stephen Spender dijeron que sí. También Priestley accedió a apadrinar a un literato catalán, «siempre que no sea experimental ni surrealista, sino un escritor serio», respondió. Pero H. G. Wells, Somerset Maugham y E. M.Foster, amigo personal de Langdon, rechazaron la idea.

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