Que empiece la música

Rafael -sin ph- sube con gran aplomo al escenario.. No le asusta el público, ni las luces parpadeantes, ni las pantallas de vídeo que le acosan como lanzas. Una sonrisa picarona a la chica de la primera fila, su mano estrangulando el micrófono y la música de fondo que entra de sopetón: Bésame, bésame mucho / como si fuera esta noche la última vez.. El lanza su grito desgarrador. con la garganta; a ella se le suben los colores. Bésame, ay, bésame mucho... 

Y después de dos minutos de vanas insinuaciones, él regresa tan campante a la barra, calentando motores para el segundo asalto: «No hace mucho me ligué a una chica con la cancioncita, je, je». Rafael Portero, cocinero de 31 años, nunca había cantado más que en la ducha de su casa. Hace ocho meses dio con un recóndito lugar llamado Kioto, allá donde acaba Doctor Fleming, y descubrió de pronto lo bien que se lleva con el micro.

Un nuevo aviso por megafonía -«Frank Sinatra: New York, New York». y Rafael se transforma mágicamente en la voz, paseando a ritmo de claqué por la ciudad de los rascacielos: 1 want to wake up in a city / that doesn't sleep / It's up to you / New York, New Yomnk De cuando en cuando mira de reojo al vídeo, que escupe la letra al ritmo de la canción. Ya al final, un guiño de maestro, de esos que no figuran en el guión: I ammmmm the number one / Grandes aplausos, señoras y señores... Y todo Kioto en pie, coreando con vivas y bravos la actuación del bigotudo Rafael, maestro donde los haya del arte japonés del karaoke (más conocido en Europa con el poético nombre de playback). Susumu Saito, 45 años, ejerce de maestro de ceremonias con toda la solemnidad oriental. Exportó el invento hace cuatro años del mismísimo Japón y ha extendido el imperio del Karaoke hasta la cotizadísima calle Fortuny. Un sinnúmero de famosos le han dado ya al playback en versión nipona, con la inestimable ayuda del laserdisco.

El príncipe Felipe no pudo reprimir la tentación y se acercó un buen día con un puñado de amigos y guardaepaldas. No se atrevió a pisar el escenario, intimidado quizás por este ambiente peculiar, pelin hortera, a caballo entre la fiesta fin de curso y .la despedida de soltero. El que sí se lanza de cabeza es Emilio José, nada que ver con el cantante del mismo nombre. Este tiene sólo 25 años y es funcionario del Ministerio de .Interior. Canta por primera vez: Liiiiibre, como el sol cuando amanece / yo soy libre, comoel mar / liiiibre, como el ave que escapó de su prisión / y pudo al fin volar... Susumu Saito le echa un cable y deja la voz del malogrado Nino Bravo unos segundos, lo justo para que Emilio José coja el ritmo. Luego es otro cantar: el «playback» estrangula su voz en las notas más altas. Liiiibre, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar / camino sin cesaaaaar... José Antonio hace coros desde su asiento, pero no se anima a llevar la voz cantante. Llegó con su chica a eso de la medianoche y lleva ya una hora repasando las ciento y pico canciones «a lt carta», veinte duros por actuación: Mecano: No hay marcha en Nueva York; Julio Iglesias: Lo mejor de tu vida; Elvis Presley... Nada, que no hay manera: «Mira tú si entra un compañero de trabajo o un amiguete y me pilla ahí subido, haciendo el mico. iUfff, qué cortazo!».

Leopoldo Jiménez y Ernesto Serrano lo ven mucho más claro con la ayuda de un «cubata». Suben al escenario al ritmo de Lucho Gatica: Reloj que marcas las horas...». ¡No se oye al cantante, que no se oye!, se queja el dúo dinámico por el micrófono. ¡Toma, como que los que tenéis que cantar sois vosotros!, responden desde el gallinero. Decepcionante actuación. Digna del festival de la OTI, imán del más negro de los nubarrones. Menos mal que allí está Susana del Olmo -«¿No te han dicho nunca que eres clavadita a Ana Belén?», que salta desde la pimera fila para poner voz a su hermana gemela. Ahí está, viendo pasar el tiempo / la Puerta de Alcalá.../ Mírala, mírala, mírala Rafael -sin ph- sigue su consejo y no le quita el ojo de encima. «¡Es la mía!», se dice para sus adentros. Y la voz de Susumu Saito parece leerle el pensamiento: «Próxima canción: - Nino Bravo en Te quiero, te quiero».

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