No sé si el río o el mar

Es un matiz que percibieron Kohl y Mitterrand cuando se dieron la mano como escolares en Verdún (1984). Una acontecimiento no histórico sino icónico que tanto mostraba la pujanza del proceso europeísta como ocultaba la resistencia que opondría, años más tarde, el presidente francés al proyecto pangermánico de la reunificación.

Chirac mantuvo una relación estrecha con Schröder a cuenta de los placeres hedonistas y del frente común a la guerra de Irak, mientras que Nicolas Sarkozy se avino a asumir una posición gregaria de Angela Merkel porque pensaba que el porvenir de Europa estaba en las dos velocidades y en los países instalados en el curso del Rin, naturalmente a expensas de los vagones mediterráneos y de la degradación de España.

Así se entiende la importancia que reviste la victoria de Hollande como contrapeso al luteranismo de Angela Merkel y como condotiero de los estados meridionales. Se ha opuesto el presidente francés al dogmatismo del rigor. Quizá por razones más antropológicas que económicas. Y para darle la razón al dibujante totémico del diario Le Monde, Plantú, cuando contraponía la mentalidad francesa a la idiosincrasia germana y británica: «¿Cómo se dice rigor en inglés? Austerity. ¿Cómo se dice rigor en alemán? Sparpaket. ¿Y cómo se dice rigor en francés? Rigor en francés no se dice».

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