Recordando a un periodista en el Ateneo

José Luis Gutiérrez ha muerto. Viva Leer, la revista que él reflotó en el otoño del 98 y que fue su último y entusiasta proyecto como editor, director y auténtico hombre orquesta. Tal sería un resumen del homenaje que ayer se tributó a José Luis Gutiérrez en el Ateneo de Madrid. 

Prácticamente todos los que hablaron, expresaron el deseo de que la revista dedicada al mundo de los libros siga adelante. Y, sobre todo, dibujaron el perfil vehemente, insobornable, combativo, del periodista fallecido el pasado mayo. Lo hicieron en un escenario en el que sólo se veía una pequeña mesa con un flexo, un teléfono y una, valga la redundancia, vieja máquina de escribir. Y una pantalla por la que pasaron fotos de cuando entonces: el Guti en Diario 16, con Suárez, con Felipe González, con Janli, con Umbral... 

Hubo mucha emoción contenida, mal contenida en el caso de Carmen Alborch. Pero los elogios no dejaron de estar entreverados de humor. Así, Ramón Tamames recordó que no tuvo empacho en achacar a la egolatría (del Guti y de él mismo) la sensación que ambos tenían de no ser reconocidos como creían merecer, incluso de ser destinatarios de un rencor que no entendían. Pero, al oírlo, saltó José Luis: «Lo mío no es egolatría, es defensa propia». El mismo Gonzalo Anes reconoció que José Luis Gutiérrez tenía razón en sus sospechas y desconfianzas, esos rasgos que, para muchos y a primera vista, podían parecer síntomas de una manía persecutoria. Pero no. «Me hizo menos feliz pero más realista», dijo el director de la Academia de la Historia. 

Era, dijo Miguel Ángel Gozalo, un profeta quijotesco con armas insuficientes siempre preparado para la invasión de los tártaros. Gozalo hizo el elogio de la locura de nuestro Erasmo, que no era otra que creer más allá de toda lógica y toda evidencia en una profesión en la que, al decir de Luis Calvo, el que no está loco, desentona. Por eso tenía convicciones, que es algo, añadió Gozalo, que ha hecho más daño a la profesión que la bebida.

Era un periodista de espalda recta, dijo Jorge de Esteban con una expresión italiana que no requiere exégesis. Tenía casta de humanista (Javier Huerta), no se casaba ni con su padre (José María Mohedano) y no respetaba los fines de semana de sus colaboradores (Aurelio Loureiro). También le recordaron Gallego y Rey, Víctor de la Serna y Melchor Miralles, entre otros. Y Gabriel Albiac pidió que nos hagamos cargo de su legado (la revista Leer) como Montaigne se hizo cargo de los papeles de su amigo Etienne de la Boetie.

Comentarios

  1. Yo sólo era parte de su vida, la íntima y privada, que protegía celosamente. Y en cuanto a honestidad, ternura, pasión, no difiere nada de su vida pública. Era él, en todos los sitios. Se le partió el corazón, técnicamente eso es un infarto. A mi también se me ha partido. Pero yo sigo viva. Donde esté seguirá siendo igual, pero espero que sea en paz.

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  2. El de la interrogación que no entiende exactamente?? Porque yo lo veo bien claro.

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  3. Señora: usted está equivocada. Todos sabemos quien fue la última compañera del Sr Gutiérrez, no se cuelgue medallas que no le corresponden, ya está bien.

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  4. No veo ninguna medalla en mi comentario. Pero sí mucha frustración en el tuyo. Y me temo que ese todos, es más bien nadie.
    Lo de íntima y privada ¿se desconoce su significado?.

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