Scarlett Johansson una mujer indestructible

Scarlett está aquí para hablar de Un lugar para soñar: el filme familiar que ha rodado con Matt Damon y que dirige Cameron Crowe. Pero sus palabras no se ciñen a la promoción de la película. La actriz permite al extraño escarbar en sus opiniones y en su vida cotidiana con una naturalidad interesante para cualquier observador.


Lo primero que hace Scarlett al llegar es darle un mordisco a una de las cookies del hotel. «No están tan mal», masculla con la boca llena. Luego se sienta sobre una pierna y se chupa el pulgar como si estuviera en su apartamento del Village. «Como muchas galletas», añade con sorna, «aunque no como tantas como me gustaría». Esta tarde Scarlett es menos Scarlett. Lleva el pelo recogido y una camisola de lunares. Unos pantalones negros y unos botines con un dedo de tacón, atuendo que concuerda con su personaje de la película: una mujer rural y asilvestrada en las antípodas de la estrella maquillada que posa con glamour en los anuncios de Moët Chandon.

Un lugar para soñar aspira a ser una fábula positiva sobre la condición humana. Matt Damon interpreta a un periodista que se muda a un zoológico abandonado después de la muerte de su esposa. Scarlett es la mujer que le ayuda a cuidar a los animales y a volver a poner el negocio en pie. A la actriz no le gustaban ni el guión ni el personaje. «Acepté porque llevo muchos años intentando trabajar con Cameron Crowe», explica. «Era un sueño trabajar con él. Pero leí el guión y no sabía qué hacer con ese personaje. Al menos Cameron me ayudó a enriquecerlo y le dimos forma casi de la nada».

Scarlett interpreta a la responsable del zoológico. Siempre en vaqueros y sin una gota de maquillaje. Un detalle que salió de ojo a su colega Matt Damon, que al principio pensó que quizá no era la actriz adecuada. «Yo no conocía a Scarlett y pensé que era un error», reconoce Damon. «¿De verdad tenía sentido poner a gestionar el zoo a una mujer con tanto glamour? Luego te das cuenta de que ella no es el personaje de las portadas. Su interpretación es muy creíble».

No hay una Scarlett sino dos: el icono de belleza de las revistas y la mujer a la que le gusta pasear en vaqueros por Nueva York. «No creo que tenga un glamour especial», asegura, «acepto interpretar el personaje del glamour porque es divertido pero ésa no soy yo. Me siento como un lienzo en el que otros pintan su idea de la belleza».

A Scarlett le gusta cocinar y ver películas en casa. Intenta seguir la actualidad y su mayor excentricidad es su gusto por los documentales médicos. «No las series como Urgencias», puntualiza, «sino esos programas donde abren en canal a los enfermos y los operan delante de las cámaras».

Su sueño de niña era ser la protagonista de un musical de Broadway y su nombre se barajó para interpretar a la institutriz de Sonrisas y lágrimas. Pero es un sueño que Scarlett ha guardado en un cajón. El año pasado debutó en el teatro de la mano de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, obra que le ayudó a segregar adrenalina pero le causó una cierta angustia existencial. «Fue un desnudo emocional», recuerda, «es imposible esconderse delante de 1.600 personas. Una es muy vulnerable sobre el escenario. Pero tengo muchas ganas de repetir».

Scarlett está muy al tanto de la política estadounidense. Obama la ha decepcionado. Pero se inclina por ser benévola con él. «Recibió una herencia terrible y era imposible mejorar las cosas en un solo mandato», explica, «él siempre dijo que no podía hacer milagros y lo ha tenido difícil por la oposición agresiva de la extrema derecha». ¿Cree que Hollywood volverá a hacer campaña por Obama en 2012? «Sería irresponsable no hacerlo. ¿Se da cuenta de lo terribles que son los republicanos? Si alguno de ellos llegara a la Casa Blanca, estaríamos ante un desastre de proporciones monstruosas».

A Scarlett le encanta pasear por su ciudad. Pero por ahora no se ha acercado a ver a los indignados neoyorquinos. «No tengo muy claro de qué van», dice, «los medios los retratan como personas violentas o como hippies ingenuos. El otro día hablé con uno de los organizadores y me pareció que no están muy bien organizados. El tipo me dijo que no había votado y yo le dije que estaba loco. Me enfadé muchísimo con él. Le dije que era un imbécil. Debería ser obligatorio votar. En Brasil te quitan el pasaporte si no votas».

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