La filosofía del toreo

Algo, poco todavía, han aportado a la historia taurómaca; y más debieran añadir, dada la fama que los rodea en los ruedos de Iberia y parte del extranjero: toreros de cartel, de buen cartel; ayer Talavante debió cortar dos orejas al tercero, pero se conformó con una.

Y gracias; de no ser por el estoconazo fulminante, se queda con la vuelta al ruedo.

Talavante, liberado del sambenito de clon de Tomás, está cuajando una personalidad muy definida: quietismo, capacidad de improvisación y temblor lírico por los vuelos de su muleta.

Eso, unido a ciertos gestos estoicos ante el toro, le va a dar un lugar privilegiado en el libro de oro del toreo. En ese libro caben muchos toreros, pero algunos caben más.

Para estoicismo, yo prefiero el de Castella, menos aromático y pinturero, aunque más auténtico y dramático.

Resignados y estoicos los toros de Jandilla, lustrosos, regordíos; pero con humo en la sangre y niebla helada en los remos. ¿De qué vale la nobleza sin fuerzas ni casta? Es un gesto inútil, es incluso un enigma. 

Los toros de El Cid parecían enrazados; Pero ¿quién puede asegurarlo? Un picotazo y parados. Toros sin posibilidad de rebelión, fracasados en su condición de bravos.

Y ¿El Cid? Ni filósofo ni guerrero. Lo primero no encaja con su condición pensante: lo de guerrero no hacía al caso. ¡Para guerras estaban los pobres jandillas! El estoicismo es una escuela cargada de resonancias morales.

El lema era, es, una expresión de serenidad frente a una formulación explosiva de la existencia: «aunque el mundo salte hecho astillas, yo permaneceré impávido». A Lucio Anneo Séneca, modelo de estoicismo, Nietzsche le definió con un derrote envenenado, «toreador de la virtud». Manolete, cordobés como Séneca, llevó hasta el límite el sentimiento estoico: Islero fue el Nerón de Séneca. Castella es un estoico, pero el jandilla quinto le desbarató todos los esquemas: los filosóficos y los toreros, que viene a ser lo mismo.

En la actualidad el ejemplo máximo de estoicismo es Juan José Padilla: fortaleza mental, corazón de hierro frente a la adversidad. 

Da gusto ver toros tan guapos como los jandilla; y da pena verlos tan discapacitados y tan ayunos de raza. Los pensamientos del toro, en esos momentos, se me antojan patéticos. Hay indicios de que algunos toros piensan más que muchos toreros.

No está demostrado científicamente y falta una tesis doctoral que lo demuestre, pero los toros piensan. Es más, yo creo que en estos momentos de indigencia filosófica y mal lenguaje, el único pensamiento taurino es el del toro.

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